Actual retablo de Santa Ana en el templo De San Pedro Apóstol de Montijo
Es obvio y cierto que la Historia tiene que estar perfectamente documentada y adecuadamente analizada para que lo que presentamos por parte del historiador-investigador sea una lectura certera, verdadera y creíble, especialmente para el lector muy creíble: pues si es Historia contiene "verdad".
Igualmente es cierto que el documento histórico, el que encontramos y al que tenemos que buscar en los archivos (de cualquier carácter, civiles, eclesiásticos, privados, etc.), son uno de los pilares esenciales en esa redacción final de "credibilidad de la que hablamos". Pero no es lo único: está la bibliografía ya editada sobre ese tema; teorías e hipótesis de otros investigadores y como en toda profesión la intuición, aquello que te lleva hacia el camino que generalmente si sabes tener paciencia, puede que te ofrezca una bella historia a la que dedicar tu tiempo y después, regalarla a los demás.
Es el caso en Montijo de la que fue ermita titular de la Cofradía de Nuestra Señora Santa Ana que documentalmente aparece por primera vez referida a inicios del siglo XVII pero que a poco que uno investiga y analiza lo que ella misma ofrece a los ojos del historiador éste, observa una longevidad originaria mayor: posiblemente, muy posiblemente como mínimo del último cuarto del siglo XVI.
Su lugar de residencia: las afueras de la villa montijana
Se encontraba esta ermita advocada como decimos a la venerada madre de Santa María, Nuestra Señora Santa Ana, "a las afueras de la Villa encontrábase esta ermita advocada como decimos a la venerada madre de Santa María, Nuestra Señora Santa Ana, "a las afueras de la villa, al poniente, ubicada ella en el ejido".
Noble edificio levantado sobre paredes cuya piedra fuera cortada de tal manera que llamó la atención por ser "grajada la misma" con cal y rejas de ladrillo. Poseía dos puertas que dignifican la misma pues una miraba hacia donde sale el sol y la otra hacia el mediodía.
La primera de sus puertas poseía un rico portal levantado sobre cinco arcos labrados con columnas, basas y capitales. El portal quedaba cerrado con una techumbre de cuarterones de pino, alfajías y caña: digna visión para aquel fiel devoto que a la abuela de Cristo quisiera ir a encomendarse.
La situada al mediodía -en cuanto a la otra puerta nos referimos- también poseía un portal sobre arco de ladrillo y con unas molduras del mismo material que la anterior. Puertas de madera con clavazón, se cercioraban de proteger el rico tesoro imaginario y devoto que guardaba en su interior.
Mayordomía y todo tenía la mencionada ermita y rica ornamentación
Un edificio de tales características que es descrito en el año 1605 por los visitadores de la Orden de Santiago y al que dan respuesta Marín Asensio como mayordomo de la misma ermita, jamás podía pertenecer el origen de su fábrica al siglo al siglo XVII.
Más si aún de ella conocemos por tales descripciones, que poseía dos naves las cuales quedaban divididas por un gran arco de ladrillo para en la parte delantera de estas naves situar el altar mayor, donde se ubicaba el retablo con su imagen de Santa Ana de candelero y de vestir como sobre ella se nos dice.
Toda la techumbre de la ermita estaba cubierta de tabla, cuartones y alfjías de madera de pino. Más rica era ya en ornamentación: cáliz de plata con su patena, custodia de oro sin piedra; otra custodia de plata. Un Cristo pequeño en plata y una media luna del mismo valor.
Toda esta riqueza nos cuenta Marín Asensio a la sazón su mayordomo, que debían a las fuentes principales de ingresos: las limosnas de los domingos, el día de la festividad y en este mismo momento lo que dejaba el sermón.
¿Por qué decirmos que es "historia robada"? En la segunda parte, le hablamos con más profundidad y mejor.
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