Pablo Iglesias Aunión
Tabla anónima del siglo XVII que representa a san Pedro Apóstol.
Retablo Mayor de la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol de Montijo
La festividad de San Pedro Apóstol (29 de junio) ha sido sin duda el pretexto adecuado para hablar de la noticia que ha centrado la vida de la comunidad parroquial montijana bajo esta titularidad y prácticamente la misma actualidad local y comarcal, su Retablo Mayor.
Presentamos aquí en este Blog, los dos estudios que como decimos en la editorial, han sido publicados por Ventana Digital. Agencia de Comunicación y que recogemos en un estudio que sigue abierto a la investigación y que esperamos pueda ir dando frutos en un tiempo no muy lejano sobre muchas incógnitas que se han abierto tras su proceso de restaturación y limpieza.
De igual forma no podemos pasar por alto que, estudios estudios igualmente han sido publicados en el Boletín Mensual de la Asociación de Cronistas Oficiales de Extremadura en sus números 79 y 80.
Un templo parroquial que acoge la vida de una parte de la comunidad cristiana de Montijo[1]. Significativa por sí misma, este año hace girar nuestra mirada hacia la perspectiva histórica-artística con el retablo de su Capilla Mayor recientemente restaurado y que en este mismo medio de La Ventana de las Vegas Bajas con fecha del 23 de marzo, fue publicado un artículo sobre el mismo titulado “Terminada la fase de restauración del Retablo Mayor de San Pedro”. Con ello queremos homenajear a toda la comunidad que lleva ya en Montijo una andadura de quinientos treinta años (1494-2024).
Pasado ya un tiempo desde la finalización de esta obra de restauración, hemos tenido tiempo de ahondar y profundizar en el estudio desde la perspectiva histórico-artística del mismo hasta donde las fuentes nos permiten, hasta donde los conocimientos llegan y hasta donde podemos establecer hipótesis y refutarlas convenientemente.
Es precisamente lo que pretendemos exponer no ya desde una perspectiva técnica, aspecto muy bien realizado en su momento por la doctora en Bellas Artes Carmen Vega responsable del mencionado proyecto de restauración y conservación del mismo, sino conocer qué aporta en su rico lenguaje plástico donde el cristianismo utilizó en los siglos de la Modernidad para acercar al pueblo, el mensaje evangélico y especialmente una catequesis que requería obviamente los medios propios de la época.
Sentido y significado de los retablos: Francisco Morato (1611-1628)
Los retablos[2] pudieran interpretarse en un principio desde una visión muy amplia, pero debemos ajustarnos en su definición para comprender que la palabra “retablo” nos ofrece mayores interpretaciones dentro del lenguaje al que estamos acostumbrado a utilizar y que etimológicamente deriva de “retro = detrás”; “tábula = tabla”. En este sentido, cualquier diccionario dirá que retablo es una “obra de arquitectura hecha en piedra, madera o cualquier otro material, que compone la decoración de un altar”. Como podemos comprobar, hablamos de un elemento compuesto por varias partes y ahora toca, tras haber hablar de posibles autorías, explicar sus calles, bancos y ático del mismo, adentrarnos en la llamada predela o zócalo y llegar así a su parte más superior.
Retablo Mayor. Siglo XVII (?). Atribuido a Francisco Morato (1611-1621
La iglesia parroquial de San Pedro Apóstol de Montijo nos conduce al conocimiento de un retablo perteneciente al primer tercio del siglo XVII del que por ahora únicamente “podemos suponer”[3] quién pudo ser el maestro entallador, entablador o ensamblador, que se presume en el ya referenciado portugués Francisco Morato (del que se puede afirmar falleció en el año 1628), pues las obras de limpieza y restauración no nos han proporcionado (por ahora), la autoría de las tablas y lienzos que lo componen en sus diferentes casas y desde sus respectivos bancos y calles (calles en su lectura en vertical, bancos en lectura horizontal como partes del mismo).
Una pregunta que le puede surgir a todo lector es ¿por qué se atribuye a Morato si no hay contrato de obra? Tenemos para ello que recurrir a los profundos y especializados estudios que sobre Francisco Morato realizó Francisco Tejada Vizuete[4] (1940-2014+) y de la mano de esa siempre adecuada y respetuosa metodología, poder establecer un parámetro de hipótesis, deducción y conclusión final.
Crucrero clasicista, obra del maestro zafrense Francisco Montiel
La condición para que una tesis pueda ser considerada como científica es que proceda de una teoría, que a su vez provenga de una observación, y que esta teoría sea potencialmente refutable. En otras palabras, que tenga suficientes predicciones observables que puedan ser contrarrestadas y, eventualmente, rechazadas. Por tanto, es la refutabilidad la clave que permite decir que una teoría o una tesis es científica o no. Es obviamente todo ello válido en el campo de las ciencias sociales y por tal en el terreno histórico[5].
La metodología seguida por Francisco Tejada Vizuete[6] cuando en 1986 y dentro de las II Jornadas de Historia de Montijo expone su tesis sobre la Capilla Mayor en el templo parroquial de San Pedro Apóstol, basa su hipótesis al citar la autoría del retablo en Morato[7]. En el estudio de F. Tejada Vizuete fijamos nuestra atención para aclarar dos aspectos. Primero, es este autor la referencia historiográfica que nos permite a lo largo de las diferentes partes sobre el estudio del retablo mayor del templo parroquial de San Pedro guiarnos para acercarnos a la autoría y fábrica del mencionado retablo, así como a los posibles círculos de artistas (pintores, doradores, ensambladores, etc.), que nos pueden acercar a una idea de aquellos que trabajaron en hechura del conjunto retablístico ahora estudiamos.
Morato de Mérida a Montijo: Zafra-Mérida-Montijo
Deseamos que el presente estudio, sea siempre o en favor de sacar del anonimato, por lo que respecta a la autoría, a un buen número de obras en unos casos o deshacer, en otros, las falsas atribuciones a las que, frecuentemente, nos tienen acostumbrados la historiografía local o supralocal…[8] y el doctor Tejada Vizuete lo hizo con maestría cuando en el año 1986 vino a Montijo a hablarnos de la Capilla Mayor de la iglesia de San Pedro de Montijo y su retablo dentro del contexto artístico bajo-extremeño de la época como ya aparece referido en las citas bibliográficas y corresponde al mismo el reconocimiento de ser el primer investigador en haber aportado y abierto este interesante camino de estudio.
En los años iniciales del siglo XVII Mérida gozaba de un esplendor artístico que concentraba en su quehacer maestros como el pintor Cristóbal Gutiérrez y el ensamblador y escultor Francisco Morato quienes trabajan habitualmente juntos. Igualmente hay trabajos de Morato con el pintor Pedro Gutiérrez Bejarano. Prueba de ello es por ejemplo la obra encargada a Morato en Puebla de la Calzada en el año 1617 por un precio de 1.000 reales[9]. En La Nava de Santiago hay otro retablo prácticamente de la misma hechura moratiense. Morato se mueve en un círculo artístico que la acompañan maestros del pincel como los ya mencionados Cristóbal Gutiérrez, Pedro Gutiérrez Bejarano, Francisco Gómez o Gonzalo Sánchez Picaldo[10], no siendo obviamente los únicos y sobre los que abre la rica sospecha de poder haber participado en el retablo montijano pues lo que se puede sin duda afirmar, en palabras de la doctora Carmen Vega es que, tablas y lienzos del retablo de San Pedro tiene la mano de varios autores y no de un único artista aunque sus firmas no han aparecido en el proceso de limpieza realizado con motivo de su restauración.
Pero seguimos siempre la hipótesis de trabajo, la elaboración de caminos amplios y abiertos a la investigación como veremos posteriormente en la interpretación y significado iconográfico del que trataremos en la segunda parte de este estudio y que nos han conducido a nuevas formas de ver la didáctica del retablo.
De Francisco Morato podríamos ampliamente hablar en cuanto a su producción artística. Tejada Vizuete lo cita ya para obras realizadas en la colegiata de Zafra y como es reclamado en Mérida para realizar las armas de los Austrias en el entonces recién reconstruido puente romano[11].
Pero centrándonos en el retablo de la parroquial de San Pedro es cierto que pocas veces puede encontrarse uno con un silencio tan enorme en torno a las autorías, maestros o talleres que trabajaron en él máxime, siendo una fábrica de tales dimensiones. Reiteramos que estas palabras de F. Tejada Vizuete han sido corroboradas por la doctora Carmen Vega.
Retablo de Ntra. Sra. del Rosario de Puebla de la Calzada. Francisco Morato, 1617
Pudiera ciertamente ser, porque documentalmente los libros de fábrica de la parroquia para esas fechas no existen en la actualidad y concretan la vida parroquial para el siglo XVIII pues el primer en conservarse tiene un corte cronológico entre los años 1794-1851[12]. De haber existido los libros de cuentas de la parroquial con fechas anteriores, pues no olvidemos que la parroquia tiene referencias documentales a finales del siglo XV, es posible que todo lo vinculado a la contratación y hechura del retablo mayor hubiera aparecido.
A lo anterior unimos el cese de las visitas de la Orden de Santiago a partir de los años iniciales del siglo XVII (1605-1606), lo que nos cierra una amplia y minuciosa descripción que venía preservando desde el último tercio del siglo XV (1494 precisamente con las primeras referencias documentales sobre el templo montijano) una preciada descripción de la vida eclesiástica, social-económica y administrativa de Montijo.
Queda historiográficamente atestiguado según hemos mencionado ya las aportaciones F. Tejada Vizuete, que el retablo fue realizado en Mérida justo cuando se encuentra avecindado en esta ciudad Francisco Morato tras unos años de estancia en Zafra, para ser en la capital emeritense donde el 13 de enero del año 1623, Francisco Martín de Llanos, escribano de La Nava cierra contrato con Morato en torno a la realización de tres sagrarios. Uno para la iglesia de San Pedro Apóstol de Montijo por valor de 1.000 reales de vellón y los otros dos por 1.200 reales para las parroquias de Valdefuentes y Torremocha[13], lo que nos llama poderosamente la atención puesto que debieron de tratarse de obras de suma calidad si tenemos en cuenta que en el año 1617 por 1.000 reales realiza el retablo de Nuestra Señora del Rosario para Puebla de la Calzada.
Hoy en día, el sagrario realizado para Montijo que se encuentra desaparecido, bien pudo ser el remate para el retablo mayor para ser en aquellos momentos instalado en el ancho central del banco del retablo (hablaremos en el siguiente artículo de las partes y denominaciones en un retablo).
Vinculación “moratiense” al Retablo Mayor de San Pedro Apóstol
Más de un historiador del arte ha hecho referencia a la arquitectura e iconografía sobre el retablo de San Pedro, al que dedicaremos por completo un segundo estudio que se va a publicar igualmente en este medio.
Partimos de que, al observarlo, se encuadra en los modelos del clasicismo del Seiscientos, aunque utiliza una cierta libertad en la composición como mencionamos por ejemplo en el díptico que la parroquia publicó en 1999[14] donde se hacía mención a unos órdenes en las columnas invertidas.
Se abre la puerta al segundo de nuestros artículos destinados a la explicación histórico, artísticas, iconográfica y de dirección en su hechura que nos ayuda a entender la hipotética posibilidad de quienes pudieron trabajar y quienes al mismo tiempo no pudieran ser los autores de las pinturas artículo bajo el título Iconografía y didáctica del Retablo Mayor de San Pedro en el siglo XVII: de los evangelistas a los santos padres de la Iglesia.
Personalmente he podido realizar un seguimiento de este retablo mayor de San Pedro desde que el año 1996 en los trabajos realizados como personal becado en el Archivo Histórico Provincial de Badajoz, donde pude manejar las actas de la orden santiaguista que me llevaron a entender toda la fábrica en su conjunto de la parroquial montijana, así como una búsqueda documental en varios archivos (eclesiásticos y civiles) que serán finalmente, junto a la bibliografía convenientemente citados.
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NOTAS
[1] Digo una parte porque, gracias a Dios, hoy existe otro templo parroquial para acoger así la totalidad de los cristianos montijanos, San Gregorio Ostiense, quien por cierto cumple este año 50 años, 1974-2024.
[2] El retablo se comenzó a utilizarse en Occidente en el siglo XIII y se convirtió en un género artístico independiente que se extendió por Europa. Los retablos pueden incluir pinturas, esculturas u otros tipos de obras que normalmente representan a un personaje o hecho religioso.
[3] Con todo el consabido riesgo que significa la palabra “suposición” en el campo de la investigación histórica.
[4] Francisco Tejada Vizuete fue canónigo y miembro de la Real Academia de las Letras y las Artes de Extremadura. Nacido en la localidad de Granja de Torrehermosa en 1940, se doctoró en Filosofía y Letras llegándose a ser profesor emérito en el Centro Superior de Estudios Teológicos, director del Museo Catedralicio, Delegado de Enseñanza y Misiones y Delegado Episcopal para el Patrimonio Cultural de la archidiócesis de Mérida-Badajoz. Falleció en el año 2014 siendo productor de una amplísima bibliografía que nos enriquece especialmente hoy en día a quienes seguimos algunos de sus campos de estudio. Nota del Autor.
[5] E. Suárez Íñiguez, La filosofía de la ciencia de Karl Popper, 11-13.
[6] F. Tejada Vizuete, La capilla mayor de la iglesia de San Pedro Apóstol de Montijo y su retablo, en el contexto histórico bajo-extremeño de la época, 48-50.
[7] P. Iglesias Aunión, Presencia santiaguista en la repoblación emeritense: adehesamiento, maestrazgo en Montijo y mayordomía en torno a Santa María de Barbaño, 123-125.
[8] Cf. F. Tejada Vizuete, Retablos barrocos de la Baja Extremadura, 137.
[9] R. Hernández Nieves, Retablística en la Baja Extremadura. Siglos XVI-XVIII, 165. Igualmente, en F. Tejada Vizuete, La capilla mayor de la iglesia de San Pedro Apóstol de Montijo y su retablo, en el contexto histórico bajo-extremeño de la época, 49.
[10] F. Marcos Álvarez, Nuevos datos sobre escultores y pintores extremeños en el siglo XVI, 34-43. Ver también R. Hernández Nieves, Nuevos datos sobre el retablo mayor de Salvatierra de los Barros (Badajoz) y sus autores, 411.
[11] F. Tejada Vizuete, La capilla mayor de la iglesia de San Pedro Apóstol de Montijo y su retablo, en el contexto histórico bajo-extremeño de la época, 47.
[12] P. Iglesias Aunión, Historia de la Comarca de Lácara. De la crisis del Antiguo Régimen a la Edad Contemporánea (1761-1970), 353.
[13] F. Tejada Vizuete, La capilla mayor de la iglesia de San Pedro Apóstol de Montijo y su retablo, en el contexto histórico bajo-extremeño de la época, 49.
[14] P. Iglesias Aunión, El templo parroquial de San Pedro Apóstol. Edita: Archivo Parroquial de San Pedro Apóstol. Montijo, 1999. Igualmente es citado en P. Iglesias Aunión, Presencia santiaguista en la repoblación emeritense: adehesamiento, maestrazgo en Montijo y mayordomía en torno a Santa María de Barbaño, 123-125.
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Iconografía y didáctica del retablo de la Capilla Mayor de la Iglesia de San Pedro Apóstol de Montijo: "una rica imaginería al servicio de la Evangelización"
El trazo “moratino” en el Retablo Mayor de San Pedro Apóstol de Montijo
Naves de estilo gótico en la parroquial de San Pedro de Montijo
Tal y como hemos aclarado en el anterior artículo, F. Tejada Vizuete atribuye con toda probabilidad la hechura del retablo mayor de San Pedro Apóstol al portugués avecindado en Mérida Francisco Morato.
Lo hace en referencia a un grado de análisis comparativo con aquellos que están documentados y labrados en idénticas características en la Baja Extremadura y que nacen de la mano de escultores prestigiosos como son el propio Morato o Salvador Muñoz, del que afirma “capaces ambos de licitar, junto a figuras tan renombradas como la de Gregorio Fernández o Martínez Montañés, a la obra del retablo mayor de la Catedral de Plasencia o de trabajar, como lo haría Salvador Muñoz en sus último años, junto a Alonso Cano en los retablos de la iglesia mayor, ahora Catedral, de Getafe (Madrid)”[1].
De igual forma, siendo uno de los grandes interrogantes en la actualidad, se ha tenido la esperanza con este último proceso de restauración, de que “el o los autores” de las pinturas tanto en tabla como en lienzo pudieran aparecer. Por el momento siguen dentro del anonimato si bien -lo explicamos a continuación- la limpieza del mismo nos ha abierto un rico panorama didáctico y una precisa metodología dentro de la finalidad evangelizadora del mismo.
El que fuera director de Patrimonio Diocesano de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz (F. Tejada Vizuete ya mencionado en varias ocasiones), afirma sobre las pinturas que “se tratan de un conjunto pictórico un tanto discreto, bastante lejos, por ejemplo, del excelente hacer del emeritense Cristóbal Gutiérrez…al que se le atribuyen las pinturas del retablo de Nuestra Señora del Rosario de Puebla de la Calzada”[2].
Insistimos que, desde la metodología y el análisis histórico, en este campo de atribuciones de obras de arte, resulta aventurado sin tener la documentación adecuada, señalar autorías que indudablemente pueden equivocar al lector e incluso desviar la atención hacia terreno que no dejan de moverse en hipótesis -como de hecho lamentablemente y en algunos casos ya se ha realizado en Montijo y otros pueblos de la comarca emeritense-. Será quizá por ello, por lo que cobran fuerza aquellas palabras de Peter Laslett (1915-2001), profesor de Política de la Estructuras Sociales que fue en la Universidad de Cambridge: “Las razones del por qué mucho de lo que el historiador suele hacer presenta, habitualmente, tan poco interés para el que se consagra a lo que llamamos ciencia social del pasado” [3].
Definitivamente y por el momento afirmamos que desconocemos a los doradores y decoradores de las imágenes del retablo petrino montijano, aunque sin descartar que en el año 1613, la lista de pintores afincados en Mérida es amplia, se abre una puerta a la hipótesis que debe ser refutada y documentalmente demostrada: “…el pintor Manuel Escorcha, al que, en ocasión de un pago de mercadurías Francisco Ruíz Quirós y Alonso Rangel, mercaderes, documentamos como avecindado en Montijo en el año 1613. Un nombre, sin embargo, que se reitera frecuentemente en los documentos de Morato, el del pintor Pedro Gutiérrez Bejarano…”[4].
La iconografía evangelística: los “tetramorfos”
Adentrándonos directamente en la descripción temática e iconográfica del retablo, en su lenguaje didáctico, en el zócalo o predela (recordemos la parte primera de este estudio) son las dos tablas de ambos extremos, como si de una custodia doctrinal, soporte explicativo y didáctico se tratase, las que se ocupan de representar a los evangelistas: Marcos y Juan a la derecha (izquierda según miramos el mismo), Lucas y Mateo en la de la izquierda.
La identificación en el mundo de la historia del arte de los llamados “cuatro evangelistas” está asociado al término “tetramorfos” los cuales tratan de una representación iconográfica formada por un conjunto de cuatro elementos. Dentro de la didáctica cristiana la más extendida son los que se asocian con los evangelistas si bien no es algo propio del cristianismo pues ya tenemos antecedentes en el Antiguo Testamento concretamente cuando el profeta Ezequiel describe en sus visiones cuatro criaturas que, de frente, tenían rostro humano y, de espaldas y en cada lateral un rostro animal (léase Ezequiel 1:10).
Para el caso que nos ocupa, los evangelistas del zócalo del retablo de San Pedro presentan junto a su propia figura, la representación tetramórfica que le corresponde a cada uno. Así lo primero que nos encontramos al observar la predela del retablo es a los evangelistas Marcos y Juan.
Los evangelistas Marcos y Juan. Predela o zócalo del retablo. Tabla anónima (XVII-?)
Vemos claramente en la figura de la izquierda detrás del evangelio que escribe Marcos la cabeza de un león: ¿por qué ese animal? El evangelio de Marcos intenta caracterizar la voluntad de Cristo siendo el león un animal que simboliza la fuerza, precisamente lo que en este evangelio quiere plantear su autor respecto a Cristo. Pero, además, el león es el emblema de la ciudad de Jerusalén de donde era oriundo el propio Marcos, que por cierto es el autor del evangelio más antiguo de los cuatro canónicos y posiblemente escrito en torno al año 69[5] en la ciudad de Roma (uno de los tres sinópticos).
Junto a Marcos, el evangelista Juan al que acompaña la figura de un águila mirándose mutuamente. Se le ha asociado este animal porque su evangelio se caracteriza por ser uno de los más profundos a la hora de pensar y expresar a Cristo desde una visión “elevada”. Distinto a los tres anteriores (no forma parte de los llamados sinópticos), Juan se centra en ideas de múltiples lecturas y necesitamos realmente en ciertos momentos un esfuerzo para poder entenderlo. Es el llamado evangelio místico o teológico donde el autor pone una visión total de Jesús[6].
Siguiendo con la explicación de los evangelistas, debemos irnos hasta la tabla situada a la izquierda del zócalo. La más mejorada dentro de mal estado conservación en el que se encontraba, pero que finalmente tras su limpieza se nos han permitido identificarlos. Empecemos primer por la figura de esa tabla situada a la derecha de la misma.
Como he indicado anteriormente, era una de las tablas que en peor estado de conservación se encontraba. Tras su limpieza podemos observar en el centro de la ella en su parte inferior y señalando con la mano a la imagen de la derecha, a un ángel-niño que además insinúa la “inspiración” con su mano al señalar al evangelista Mateo. Éste, se identifica en su evangelio con la humanidad (unas veces un hombre o un ángel en sus diferentes acepciones). Mateo quiere caracterizar a Jesús como “rey de los judíos”, el “mesías profetizado en las escrituras” haciendo hincapié sobre su vida como hombre y dando menos atención a su caracterización como ser divino. Por su estilo y cantidad de sentimientos en su escritura, si lo comparamos con los demás evangelios, se puede deducir que fue escrito para una comunidad judía con una fecha entre los años 70-110[7].
Finalmente, reconocemos al evangelista Lucas, quien gira su cabeza hacia la derecha donde puede observarse la silueta de la cabeza de un toro. Médico, de grandes sentimientos hacia la figura de Cristo, lo identifica con un corazón fuerte, como el de los toros (no olvidemos que por ejemplo en castellano se usa la expresión “tener un corazón de toro” para las personas sanas y fuertes). Desde época antigua el corazón ha simbolizado tradicionalmente los sentimientos: “corazón de oro”, “tiene un corazón que no le cabe en el pecho”. Este evangelio de la mano de Lucas nos quiere transmitir en gran parte esas capacidades de compasión y justicia en los sentimientos de humanidad de Cristo.
Junto a la explicación anterior también se asocia a Lucas la figura del toro porque su evangelio comienza con el nacimiento de Juan “el bautista”, hijo de Zacarías e Isabel. Zacarías era sacerdote encargado en el templo de los sacrificios y el toro era un animal propicio para ello, incluso en cultura y civilizaciones anteriores a la judía.
Evangelistas Lucas y Mateos. En el proceso. de limpieza, la doctora Carmen Vega ha recuperado muchos elementos interpretativos.
Los Santos Padres de la Iglesia: San Ambrosio, San Gregorio Magno Papa, San Jerónimo y San Agustín de Hipona
Zona central con el Sagrario en el zócalo del mismo
Pero aún el zócalo o predela del retablo de la parroquial petrina nos guarda una mayor e igualmente rica iconografía representada ahora en las casas centrales con los Santos Padres de la Iglesia escoltados por los cuatro evangelistas, una correlación que ni mucho menos responde al antojo del autor o autores, sino que por el contrario tiene un claro significado iconográfico y didáctico.
Doctor/a de la Iglesia es un título que la misma, bien el Papa o en un Concilio Ecuménico otorga oficialmente a ciertos santos para reconocerlos como maestros eméritos de la fe para los fieles de todos los tiempos. De los ocho doctores originales, cuatro eran Padres del Occidente que son los que aparecen en el siguiente orden en el zócalo de dicho retablo montijano: San Ambrosio, San Gregorio Magno Papa, San Jerónimo y San Agustín, proclamados doctores en 1298. Los otros cuatro son de Oriente: San Atanasio, San Juan Crisóstomo, San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno.
El motivo de que sean en número cuatro es por analogía a los evangelistas descendiente ya de una rica tradición de época medieval y de ahí que aparecen “enmarcados entre Marcos-Juan y Lucas-Mateo” siguiendo nuestro interés por comprender el mensaje iconográfico del retablo.
Su culto fue instituido por Bonificación VIII en el año 1298 lo cual se difundirá durante el medievo para alcanzar una importancia enorme a partir del siglo XV y llegar su máximo apogeo, durante el siglo XVI en adelante.
San Ambrosio: 340-396
Primera de las tablas centrales que aparece a continuación de la representación de los evangelistas Marcos y Juan. San Ambrosio nación en Trévelis (Augusta Treverorum), en el año 340 y fue elegido obispo de Milán en el año 374 donde moriría en el año 396. Fue conocido por su firmeza ante el emperador Teodosio en el año 190, a quien le prohibió el acceso a su iglesia por las matanzas de Tesalónica[8]. Aunque sus especiales representaciones más generalizadas no son precisamente las utilizadas en esta tabla por su autor (enjambres, niño con una cuna y un látigo de tres colas, por ejemplo), suele ser representado igualmente en una actitud meditativa, bajo inspiración (haz de luz que se desprende desde la parte superior derecha de la tabla hacia el santo), sosteniendo una pluma en una de sus manos y junto a la tiara obispal. Es quizá el más sencillo de todos los representado siendo sin embargo la tabla mejor conservada.
San Gregorio Magno Papa: 540-604
Nuestra siguiente tabla recoge al segundo de los Santos Padres de la Iglesia de Occidente, San Gregorio Magno quien llegó a ser nombrado Papa[9]. Nacido en Roma en el año 540 en el seno de una familia acomodada, abandonó este tipo de vida mundana a la muerte de su madre Santa Silvia, transformando el palacio familiar en un monasterio benedictino del que llegó a ser abad.
Fue elegido Papa contra su voluntad en el año 590 y murió catorce años después. Se le atribuye la virtud de aliviar los sufrimientos de las ánimas del purgatorio y también es venerado como patrón de los sabios, los músicos y los cantores. Fue invocado contra la peste, porque se dijo que puso fin a la peste con sus plegarias. Hablamos de la peste del año 590, posiblemente bubónica y considerada como la primera pandemia de peste que siguió a la de Justiniano, que comenzó en el 540 y pudo haber matado a más de 100 millones de europeos, llegando en algunas otras partes del mundo a durar hasta el final de la Antigüedad. Esta plaga fue escrita por el obispo y cronista Gregorio de Tours y más tarde por el cronista Pablo el Diácono.
Es normal, como ocurre en nuestro caso, que aparezca con los atributos propios del papado, un libro característico, la tiara papal (una triple corona que usan los papas desde el siglo VIII hasta el siglo XX) y una paloma que queda explicada en palabras del propio San Gregorio: «La mayor parte de lo que os digo me lo cuenta al oído el Espíritu Santo, en forma de paloma, que llega revoloteando sobre mi cabeza».
San Jerónimo: 340-420
Nacido en Estridón (Dalmacia) muy cerca de Venecia en el año 340, san Jerónimo estudió en Roma y a la edad de 19 años en esta ciudad fue bautizado. Abrazó finalmente la vida ascética y marchó a Oriente donde fue ordenado presbítero. Vuelto a Roma, llegó a ser secretario del Papa Dámaso (pontificado desde el 366 al 384).
Fue precisamente en esta época cuando comenzó su traducción latina de la Biblia, precisamente la actitud en la que parece apreciarse en la tabla de nuestro zócalo. Promotor de la vida monástica, tras la muerte del papa Dámaso se trasladó a Belén una vez que culminó la traducción de la “Vulgata”, para en el año 420 morir precisamente en esta ciudad. Tanto si es representado en actitud penitente como si no lo es, San Jerónimo suele aparecer cubierto con un “mato colorado” signo de la condición cardenalicia.
San Agustín: 334-430
Es el último de los santos padres de la predela del retablo antes de dar paso a la tabla de los dos restantes evangelistas que ya hemos citado (San Lucas y San Mateo, recordemos).
Nacido en Tagaste en el año 334, cerca de Hipona. Durante su juventud vivió desordenamente, aferrado de manera obstinada a la herejía de los maniqueos[10] llegó a estudiar la filosofía neoplatónica. Se dice que fueron las plegarias de su madre Santa Mónica y los consejos de San Ambrosio los que propiciaron su conversión en Milán. Fue consagrado obispo de Hipona en el año 393. Murió en el año 430 dejando importantes documentos escritos de carácter teológico.
Generalmente es representado como puede observarse en la tabla con sus atributos de obispo, mitra y báculo pastoral, sobre la mano derecha una pluma que junto al libro alude a la famosa obra de Las confesiones y uno de los rasgos característicos pero que a la vez ha hecho que se le confunda con San Ambrosio en algunas de las representaciones, su gran maestro, es el portar en la otra mano un “corazón inflamado” símbolo de la interioridad del hombre, que puede o no, estar atravesado por una flecha y unas llamas (claramente visibles) que simboliza el amor de Dios.
Ni muchos menos hemos llegado al final del trayecto en este viaje en dos partes por el retablo de la Capilla Mayor de San Pedro Apóstol y obviamente quedan muchos aspectos que investigar, estudiar y especialmente divulgar.
Cierto que se trata de una obra en conjunto magnífica en la que no cesaremos de decir, que el acierto de la comunidad parroquial de San Pedro Apóstol en restaurarlo parcialmente[11] aunque en un amplio porcentaje ante los daños que indudablemente pudieron llevarlo a su casi total destrucción en caso de caerse.
Ático con el "Calvario, la "Encarnación" y el ángel Egudiel
Su iconografía aún encierra aspectos de suma importancia: en el ático el magnífico y habitual Calvario como temática que suele cerrar esta tipología de los retablos.
A sus pies la Asunción y coronación de la Virgen, mientras que a la derecha del Calvario aparece la Encarnación y a la izquierda el ángel Egudiel (que ofrece el cáliz a Cristo en el huerto de los olivos), tan polémico y teorizado en otros estudios (“pelicano” símbolo del amor fraterno, que ya vemos que no), y a los que dedicaremos más adelante tiempo y espacio pues igualmente, la doctora Carmen Vega, responsable del proceso de limpieza y restauración del retablo retrasa la autoría del retablo en general hasta finales del siglo XVII o principios del XVIII.
Como pueden ustedes observar, es indudablemente para cualquier historiador, un auténtico “manantial para la investigación”, del que seguiremos escribiendo muchos más artículos y de los que veremos en próximos días, nuevas publicaciones.
Toda la actuación es un garante de la preocupación por la preservación del patrimonio histórico-artístico de esta comunidad parroquial de San Pedro Apóstol que como decimos al principio, cumple nada más y nada menos que 530 años de existencia. Felicidades nuevamente a ésta, una de nuestras comunidades parroquiales de Montijo en el día de su patrón titular, San Pedro Apóstol.
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Nota sobre el autor: Pablo Iglesias Aunión es Licenciado en Geografía e Historia por la especialidad de Historia Moderna. Profesor de Enseñanzas Medias y Universitarias. Licenciado-Máster. en Ciencias Religiosas. Doctorando en Historia y Cronista Oficial de Puebla de la Calzada.
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NOTAS:
[1] Cf. F. Tejada Vizuete, La capilla mayor de la iglesia de San Pedro Apóstol de Montijo y su retablo, en el contexto histórico bajo-extremeño de la época, 49.
[2] Cf. F. Tejada Vizuete, La capilla mayor de la iglesia de San Pedro Apóstol de Montijo y su retablo, en el contexto histórico bajo-extremeño de la época, 49.
[3] Cf. P. Laslett, Algunas consideraciones sociológicas sobre el trabajo del historiador, El método histórico, 17.
[4] Cf. Ibíd, La capilla mayor de la iglesia de San Pedro Apóstol de Montijo y su retablo, en el contexto histórico bajo-extremeño de la época, 49.
[5] Cf. L.M. Romero Sánchez, Evangelios Sinópticos y Hechos de los Apóstoles, 23.
[6] Cf. P. Iglesias Aunión, Visión historiográfica sobre Jesús de Nazaret: el Jesús histórico, 12.
[7] Cf. S. Guijarro, Los cuatro evangelios, 332-334
[8] La llamada Masacre de Tesalónica fue una acción de represalia llevada en el año 390 por parte del emperador Teodosio en el año 390 contra los habitantes de esta ciudad griega, los cuales se habían sublevado.
[9] Recordemos que la palabra “PAPA” es un acrónimo del latín Petri Apóstoli Potestatem Accipiens, es decir, “el que sucede al apóstol Pedro”. El papado tiene su origen como sabemos en Pedro, elegido como primer Papa y a quien se le otorgó la dirección de la Iglesia y primado Apostólico.
[10] El “Maniqueísmo” es el nombre que recibe la religión universalista fundada por el sabio persa Mani, quien decía ser el último de los profetas enviados por Dios a la humanidad, siguiendo a Zoroastro, Buda y Jesús.
[11] Cuando afirmo “restauración parcial” es porque realmente toda su estructura, las tablas y lienzos lo único que se les ha hecho ha sido un proceso de limpieza de la suciedad acumulada por el tiempo y de erróneas actuaciones que ciertamente no buscaban otra cosa que su conservación, así como, la reconstrucción por el daño de las termitas.
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