Los sueños no envejecen cuando el alma tiene ganas de aprender: "el aula universitaria también es hogar para quienes nunca dejamos de soñar"
- Pablo Iglesias Aunión
- hace 18 horas
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Vivimos unos momentos convulsos y llenos de tremenda confusión a nivel nacional e internacional. De verdad que el ser humano a veces parece que insiste en querer hacer las cosas mal. Reflexiono a la luz de la actualidad y de los tremendos desastres que se generan cada día por una acción directa de nuestro mal actuar: mentimos, robamos, abusamos de nuestros semejantes, engañamos falseando quiénes somos para alcanzar puestos u obtener menciones, etc.
Hace ahora exactamente dos años, en julio del 2023, gracias al Ayuntamiento de Barbaño y a la Excma. Diputación Provincial de Badajoz, se presentaba un libro escrito por mí titulado "La presencia santiaguista en la repoblación emeritense: adehesamientos, mayorazgo en Montijo y mayordomía en torno a Santa María de Barbaño (siglos XIII-XX)". Para ser más exactos, trescientas páginas dedicadas a la historia de nuestra actual Vegas Bajas del Guadiana.
Poco después, en diciembre de ese mismo año, el Excmo. Ayuntamiento de Puebla de la Calzada me nombraba Cronista Oficial de Puebla de la Calzada, algo que siempre he pensado que es "inmerecido por el enorme honor que supone".

Estamos en estos días y, aquí reside el núcleo de mi reflexión, escuchando en diferentes medios de comunicación a nivel nacional como políticos de diferentes signos (no hago distinción ideológica de ningún tipo), suben en sus redes currículos falseados con titulaciones que en realidad no existen y que nunca han obtenido. La falta de respeto con la ciudadanía es enorme pero, no nos engañemos, porque ejercer determinadas actividades que exigen una titulación académica y quienes lo hacen no han pisado una Universidad en la vida obteniendo prebendas y beneficios por ello, está literalmente a la orden del día, siendo igualmente una falta de respeto a la misma sociedad en general.
Mientras otros, como es mi caso, llevamos toda la vida estudiando para ser mejores profesionales por un lado y mejores servidores de la sociedad por otro. Nosotros, tenemos que soportar a aquellos que consideran que la Historia, como disciplina que es, consiste simplemente en una narración de hechos pasados, una colección de anécdotas, un copia, pego y no cito, o tomo la frase bonita de algún pensador.

Para evitar caer en estos errores, quien suscribe estas líneas, ha tenido que estudiar el Grado en Educación, la Licenciatura en Geografía e Historia, Grado en Ciencias Religiosas, la Licenciatura y Máster en Ciencias Religiosas y ahora, el Grado en el ciclo de Doctor en Historia y Patrimonio con una tesis que tendré que defender en los próximos meses. Llevar casi treinta años en un aula enseñando en centros de secundaria y bachillerato y, más de una década, preparando a otros universitarios (titulaciones especializadas por ejemplo para dar clases de Religión, D.E.C.A.), desde hace unos años, impartiendo igualmente clases a universitarios o formar parte de tribunales para valorar el enorme esfuerzo de alumnos que pelean por obtener un T.F.G. (Trabajo Fin de Grado). Todo ello sin duda refuta la necesidad de este academicismo.
BASTA YA DE FUNDAMENTOS PERSONALES Y GUSTOS SIN TRASCENDENCIA
La Historia es una ciencia social rigurosa, fundada en métodos críticos, fuentes verificables y marcos teóricos desarrollados a lo largo de siglos. Por ello, defender que la Historia debe ser realizada por académicos titulados no es una postura elitista, sino una garantía de calidad, ética profesional y respeto hacia la complejidad del pasado.
Los historiadores formados en la universidad hemos recibido una educación sistemática en el análisis de fuentes primarias y secundarias, en el uso del método histórico, y en el dominio de debates historiográficos. Esta preparación no solo nos debe permitir reconstruir los hechos con precisión, sino también interpretar los procesos históricos con profundidad, evitando simplificaciones, anacronismos o sesgos ideológicos.
La Historia académica se basa en el contraste de versiones, el trabajo en archivos, el conocimiento de lenguas, y la constante revisión entre pares. Esta práctica asegura que los relatos históricos estén respaldados por evidencia sólida y no por opiniones personales, mitos populares o intereses políticos y personales que velan la verdadera identidad de quienes lo realizan.
Basta ya de permitir que la Historia sea escrita sin formación rigurosa, abriendo la puerta al negacionismo, al uso partidista del pasado, y a la desinformación. Solo una comunidad académica activa, diversa y crítica puede ofrecer a la sociedad interpretaciones responsables del pasado que ayuden a entender el presente y a construir el futuro.
LA HISTORIA NOS ES PROPIEDAD DE LOS ACADÉMICOS: pero si es responsabilidad de trabajarla con rigor.

En tiempos donde la posverdad y la desinformación circulan con facilidad, resulta urgente reivindicar el papel del historiador profesional. No se trata de cerrar el acceso al conocimiento histórico, sino de exigir que quien lo produzca lo haga con responsabilidad, honestidad intelectual y herramientas adecuadas. La Historia no es propiedad de los académicos, pero sin su trabajo riguroso, la Historia se convierte en propaganda, y el pasado, en un campo de batalla ideológico.

Por todo esto, defender una Historia realizada por académicos es defender la verdad, el pensamiento crítico y el valor del conocimiento serio frente a la manipulación y la ignorancia. Obviamente cada uno terminará por hacer lo que quiera y los demás por leer a quien prefiera pero la diferencia estará, en la misma calidad de lo que se hace y en aquello que se lee. Faltaría más que estas líneas fueran un alegato en favor de que quien posee un título somos los únicos que valemos. No. Toda persona por el mismo hecho de serlo tiene un valor irrepetible y merecido. Saben perfectamente quienes están leyendo esta reflexión, que la misma no gira en torno a esa afirmación: un título universitario no hace a la persona pero ayuda e mejorar lo que es propio de campo académico.

Pronto tendré que ponerme delante de un tribunal universitario (formado por catedráticos, y doctores en historia), intentando a estas alturas, poder subir un peldaño más en mi formación con el único deseo de que quien en su momento me lea o escuche, se quede con la tranquilidad que la base académica uno la tiene y que el ejercicio de la profesionalidad está realizada con rigurosidad, amor y entrega.
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