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Foto del escritorPablo Iglesias Aunión

LAS COFRADÍAS EN LAS COMARCA DE LAS VEGAS BAJAS: ENTRE LO NATURAL Y LO SOBRENATURAL. SIGLOS XVI-XV

Actualizado: 16 abr 2022

Pablo Iglesias Aunión

P.1.- UN RINCÓN INTERIOR EN CADA PERSONA QUE ES “SAGRADO”


“Y porque las procesiones generales se hacen por utilidad y bien espiritual y temporal de todo el pueblo y muchas veces por cumplir el voto público, conviene que a lo menos se hallen en ellas los que representan el pueblo, que son justicias y regidores”.

(Vicario General del Real Ejército de Extremadura del Consejo de su Majestad.

Constituciones promulgadas en el año 1761)


Las Cofradías. La Semana Santa. Cada año de manera cronológica y variable (dependiendo de la primera luna llena de la primavera, la llamada luna de “Parasceve[1]”), aparecen estos días en lo que todo supone un cambio, una transformación, un proceso de corto recorrido en sensaciones y sentimientos, pero de larga duración en lo más interior de cada uno.



En una sociedad como la nuestra pudiéramos creer que este fenómeno de la relación entre “hombre y Dios”, entre lo “natural y lo sobrenatural” debe quedar guardado en el baúl interno de cada uno. Nada más lejos de la realidad. Precisamente por encontrarnos en una sociedad plural, abierta y llamada a la libertad personal y colectiva (creo que sin la primera la segunda es imposible), la magnitud de esa misma libertad será en muy alta consideración, medida por el grado en que la propia sociedad (estamentos políticos y obviamente eclesiásticos), permitan que de forma pública esas relaciones sean expresadas y la Semana Santa es no sólo uno de los momentos más adecuados sino “el momento”.


Otra cosa es que, a una minoría, siempre presente y siempre pasajera, les moleste. También hay libertad para “mirar hacia otro lado”. No nos molesta. Lo que si molesta es que “se nos mire y no se nos quiera dejar”. José Ramón Flecha Andrés, Decano de la Facultad de Teología en la Universidad de Salamanca en el año 2004 afirmaba: “En la historia de cada uno de nosotros hay una devoción a un lugar sagrado, a un tiempo sagrado, a un icono sagrado. Sabemos que esa devoción no resume todo el contenido ni todas las exigencias de la fe, pero tal vez nuestra fe no sería la que es sin esa devoción concreta.”


El fenómeno es complejo, muy complejo. Durante algunos años las expresiones de fe del pueblo en lo que es la llamada Semana Santa y que se transfigura en la denominación de religiosidad popular cuando hablamos de la fe del pueblo, fueron consideradas como un serio impedimento para la evangelización, pero hoy, los estudios teológicos, históricos, sociológicos o antropológicos han vuelto la mirada hacia ella en la vida de la Iglesia y la comprenden y la entienden como un eje fundamental en la transmisión de la fe.


Prueba de ello es que estamos ante un fenómeno -el de la piedad y religiosidad popular- que se repite, se expone, se denota y se ofrece abiertamente en muchos lugares del mundo, en casi todos los rincones de España y en la práctica totalidad de Extremadura. Que nos pide una reflexión seria, respetuosa y especialmente atenta. Atenta a los valores y riesgos que conlleva esa llamada religiosidad popular, porque si nos quedamos exclusivamente en una fe basada en esas “expresiones externas”, entonces corremos un serio peligro. Las mismas tienen que ser complemento de algo profundamente vivido en el seno litúrgico de la Iglesia (Triduo Pascual).


La histórica comarca emeritense (actual parte de las Vegas Bajas), con Montijo y los pueblos de su encuadre histórico-cronológico desde el siglo XV al XVIII a la cabeza, ofrecen los elementos expectantes de todo lo anterior, porque nuestros antepasados -al igual, aunque entonces en mayor medida que hoy- representan lo que el hombre es en totalidad y plenitud: expresión y lenguaje, comunicación y símbolo, que además necesitó -insisto como ahora- de los signos para poder manifestarse y para poder ser “simplemente humano”.


Realizando un cotejo lo suficientemente amplio como para poder hablar del sentir del pueblo en materia de religiosidad y piedad popular, tomamos como referencia 26 cofradías pertenecientes a un total de nueva pueblos entre los años 1508 a 1605 para una primera parte de nuestro estudio. Estos pueblos son: Carmonita, Cordobilla de Lácara, Torremayor (entonces conocida como Arguijuela), La Garrovilla, La Nava de Santiago (llamada en esos momentos La Nava del Membrillo), Montijo y Puebla de la Calzada.


P.2. LA REALIDAD SOCIO-RELIGIOSA DESDE LA EXPRESIÓN POPULAR EN NUESTRA COMARCA



Desde el conocimiento científico, el historiador debe mostrar al lector los pilares documentales en los que basa su estudio. Para poder entender, analizar y estudiar las cofradías en estas localidades durante un periodo de la Edad Moderna (periodo que comprende los siglos XVI, XVII y XVIII), el investigador se enfrenta a los llamados “vacíos documentales directos” que en nuestro caso serían ese conjunto documental que dimanarían de las propias asociaciones y que por tal se configuran en las propiamente conocidas como fuentes eclesiásticas: libros de regla, cuentas o asientos de hermanos de las cofradías; documentación de tipo parroquial como registros, expedientes de aprobación e información, cabildo, libros de visitas pastorales, testamento (como sí para el caso de Montijo con la cofradía de la Vera-Cruz en el siglo XVI) o libros de fábrica parroquiales como un ejemplo de todo ello.


Por tanto tenemos que recurrir a un segundo bloque o camino documental que en este caso son las fuentes administrativas o protocolarias y que para nuestro caso son auténticamente primordiales ya que se tratan de los llamados Libros de Visita de la Orden de Santiago cuyas documentos están en el Archivo Histórico Nacional de Madrid y una copia de los mismos en el Archivo Histórico Provincial de Badajoz, documentación que exige y requiere para su estudio de conocimientos paleográficos (la Paleografía es una ciencia que estudia las escrituras antiguas y cuyo conocimiento permite la lectura de documentos de distintas épocas y escrituras diversas dentro de una misma lengua. La dificultad para la lectura de textos antiguos se debe a las características de la escritura y a la presencia habitual de abreviaturas por lo que el investigador preparado universitariamente accede a este tipo documental con más agilidad).


Así nos enfrentamos pues a un mapa conceptual y de contenidos que atiende al siguiente esquema geográfico-temporal:


· Carmonita: Hermandad de la Cruz. Años 1604-1605. Mayordomo: Gonzalo García. Hermandad de la Magdalena. Años: 1507-1508. Mayordomo, el de la iglesia parroquial. Hermandad de Nuestra Señora del Rosario. Años: 1603-1605. Mayordomos: Miguel Pérez (1603-1604); Pedro Jiménez (1604-1605).


· Cordobilla de Lácara: Hermandad de la Cruz. Años: 1604-1605. Mayordomo para esos años, Juan García Barrena; Hermanad del Santísimo Sacramento. Años: 1604-1605. Mayordomo para esos años, Francisco González. Hermandad de San Pedro. Años: 1603-1605. Mayordomo para esos años, Diego Aparicio (1603-1604) y Benito Martín (1604-1605).


· Alguijuela (Torremayor): Hermandad de la Santa Cruz. Años: 1604-1605. Mayordomo para esos años: Juan de Olivares; Hermandad del Santísimo Sacramento. Años: 1603-1604. Mayordomo para esos años: Francisco de Ribera.


· La Garrovilla: Hermandad de Nuestra Señora de la Concepción. Años: 1603-1605. Mayordomos para esos años: Juan Mangas: (1603-1604) y Pedro Martín (1604-1605). Hermandad de la Cruz. Años: 1603-1605. Mayordomo para esos años: Gonzalo Moreno (1603-1604) y Juan Martín (1604-1605). Cofradía de las Benditas Ánimas del Purgatorio . Años: 1604-1605. Mayordomo para esos años: Bartolomé Sánchez. Cofradía de los Mártires. Año: 1508. Hermandad de San Pedro. Años: 1604-1605. Mayordomo para esos años: Sebastián Moreno.


· La Nava del Membrillo (Santiago): Santísimo Sacramento: Años: 1603-1605. Mayordomos para esos años: Lorenzo Martín (1603-1604) y Juan García Higuero (1604-1605). Hermandad de Santa Quiteria. Años:1603-1605. Mayordomo para esos años: Domingo Hernández (1603-1604) y Martín Aguierra (1604-1605). Hermandad de la Santa Cruz. Años: 1604-1605. Mayordomo para estos años: Serván Aguierra. Hermandad del Rosario. Años: 1604-1605. Mayordomo para esos años: Martín Días. Hermandad de Nuestra Señora de la Asunción. Años: 1603-1605. Mayordomos para esos años: Miguel Domínguez (1603-1604) y Francisco Gómez (1604-1605).


· Montijo: Nuestra Señora de Barbaño. Años: 1553-1605. Mayordomos para esos años: García Sánchez de Juan (1553), Juan Pérez (1554), Juan Esteban (1555), Gonzalo Martín (1604) y, Alonso Sánchez (1605). Hermandad de la Santa Cruz. Años: 1583-1605. Mayordomos para esos años: Francisco Sánchez y Gómez Hernández (1603-1604), Francisco de Zumárraga y Francisco de Vargas (1604-1605). Santísimo Sacramento. Años: 1604-1605. Mayordomo para esos años: licenciado Pedro Hernández. Hermandad de Nuestra Señora del Rosario. Años: 1603-1605. Mayordomos para esos años: Pablos Gutiérrez y Alonso y Hernán Martín (1603-1604), Juan Rodríguez y Alonso Sánchez (1604-1605).


· Puebla de la Calzada: Santo Sacramento. Años: 1604-1605. Mayordomo para esos años: Andrés Hernández. Hermandad de Nuestra Señora del Rosario. Años: 1579-1605. Mayordomo para esos años: Rodrigo Alonso. Hermandad de la Vera-Cruz. Años: 1604-1605.


Esta realidad permita entender que el abanico de hermandades y cofradías para los pueblos de la comarca montijana es mucho más amplio y que únicamente utilizamos este corte geográfico para que podamos hacernos una idea de lo que supones el fenómeno cofrade en los tiempos de la Edad Moderna. Un fenómeno, el de las Cofradías que supone el entender que hay de adentrarse en una realidad superior que constituyen un tema complejo y que abarca el costumbrismo y lo artístico, que exige el análisis histórico, antropológico y sociológico.


Por ello, dedicaremos una segunda parte de este estudio al fenómeno más complejo y controvertido de las llamadas cofradías de pasión: las hermandades de sangre y disciplina.

[1] Ya durante el siglo IV después de Cristo, el Concilio de Nicea del año 325 estableció que la Pascua Cristiana o Pascua de Resurrección se estableciera en torno a Luna de Parasceve, que significa viernes, pues la muerte de Jesucristo se produjo durante la Pascua Judía y así aparece recogida en todos los Evangelios




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